Una nueva vida I


No puedo empezar el blog sin hacer mención especial al día en que pasé de ser "Yo" a ser "Mamá de...". Así empieza mi historia:


En preparación al parto, mi increíblemente maravillosa llevadora (Fermina, un día os hablaré de ella) nos dio unos papeles en los que teníamos que decidir como queríamos que fuera nuestro parto. Debíamos rellenarlos para que al llegar al hospital no se nos olvidara nada. 
Entre Papá de Torbellina y yo fuimos marcando todas las casillas... queríamos usar pelotas, bañera y cualquier otro método para la dilatación, que él cortara el cordón una vez nacida, que no me hicieran episiotomía si no era absolutamente necesario, y yo, que tengo un pánico tremendo a las agujas, quería intentar pasar el proceso sin epidural. 
Metimos el plan de parto en el bolso, junto con las últimas pruebas y la tarjeta sanitaria, y ya sólo quedaba esperar al ansiado día para cumplir todas y cada una de esas marcas.


Yo salía de cuentas el 11 de abril, un viernes. Ese miércoles planeamos hacer varios retoques finales al cuarto de Torbellina y una tarea pendiente era comprarle una lámpara (y tenía que ser una en concreto de la que yo me había enamorado). Así que sobre las 17h cogimos el coche y nos fuimos hacía el centro comercial.
Por el camino empecé a notar pequeñas contracciones, pero muy espaciadas, por lo que no le dí importancia. Compramos la lámpara, merendamos en una cafetería unos churros con chocolate, paseamos y miramos tiendas y volvimos para casa.


Debían ser las 21h cuando entrabamos por la puerta de casa, y las contracciones seguían. Decidí darme un baño mientras Papá de Torbellina hacía la cena. Me sequé el pelo, me puse el pijama y cenamos tranquilamente. Daban casi las 12 de la noche cuando dije:
Yo: Creo que deberíamos ir al hospital...
Papá de Torbellina: ................ (Silencio sepulcral y cara de pánico)


Cogimos las bolsas y nos fuimos camino del hospital, con contracciones cada 5 minutos, pero sin dolor y ¡fresca como una rosa!

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