De nuevo en desacuerdo. A juicio por la guardería

En la última entrada os contaba cómo es la guardería a la que asiste Torbellina y que la había elegido yo.

Pero matricularla en ésta guardería no fue tan sencillo. EX quería llevarla a una guardería de Barcelona en lugar de la que yo proponía y empezó a informarme de jornadas de puertas abiertas.


Yo le indiqué que cambiar a la niña de ciudad, por gusto y capricho de él, no entraba en mis planes y que existían al menos dos buenas razones por las que no era viable llevar a la niña a esas guarderías.
  • La primera era la imposibilidad por mi parte de llevarla cada mañana, pues entraba a trabajar a las 9h en el Infierno. Así, tendrían que ser mis padres quienes la llevasen y, teniendo en cuenta que mi padre trabaja en turnos rotativos de mañana y tarde, habría semanas que únicamente podría contar con mi madre. ¡Y mi madre no conduce! ¿Cómo la iba a llevar?
  • La segunda era la calidad de la educación, pues ninguna de las 3 opciones que me había dado contemplaba la enseñanza en inglés ni seguía el método Montessori.

Además, el precio de las guarderías que él proponía era superior porque cobraban la jornada completa (de 9 a 17h) y la comida y yo sólo tenía previsto llevarla de 9 a 12h.

¿La respuesta de EX? Que podía llevarla en transporte público, que muchos niños cogen cada mañana el bus y el metro para ir al cole.


Tras una conversación improductiva que no nos hizo llegar a ningún acuerdo, informé a EX de mi intención de matricular a Torbellina en mi guardería. Me dijo que no pondría ningún impedimento así que rellené y presenté los papeles en Xiquilàndia.



Todo quedó así hasta el día de la vista de medidas cautelares cuándo EX dijo ante el juez que había pre-matriculado a la niña en una guardería de Barcelona, que había conseguido plaza y que quería que en el auto se indicase que debía asistir a ese centro.
Me quedé alucinada, pues no conocía ¡ni la guardería dónde la había pre-matriculado ni la realización del trámite! Así que me dirigí al Consorci d’Educació de Barcelona y puse una instancia informando de la situación.


Unas semanas después el CEB me llamó para informarme que ningún niño puede estar matriculado en dos centros a la  vez y que, en caso de desacuerdo entre los padres, prevalece el centro dónde el niño ya esté matriculado (o el centro dónde antes se haya realizado el trámite, en nuestro caso), así que resolvían a mi favor e invalidaban los trámites de matrícula de EX. Nos llegaría una carta a ambos para informarnos de la resolución. 


¿Y cómo reaccionó EX? Me envió un Burofax informándome que había presentado ante el juzgado una demanda de jurisdicción voluntaria, con la que pretendía tener de forma exclusiva la potestad de decisión sobre la educación de nuestra hija.

Me pasé días escribiendo un guion para mi defensa, leyendo una y otra vez todo lo que él alegaba en contra de mi guardería y demostrando que mentía y que mi opción era la más adecuada.



A principios de octubre tuvimos la vista de jurisdicción voluntaria y yo fui la primera en hablar.

La señora M. empezó a interrogarme. Intentó durante más de 5 minutos que dijese que sabía que EX tenía intención de llevar a Torbellina a la guardería Montserrat. Yo le contesté en repetidas ocasiones que no conocía la guardería ni la intención de EX, hasta que el juez indicó a M. que, si no cambiaba de preguntas, no la dejaría seguir interrogándome.

Después me pidió que expusiera las principales características del método Montessori pero el juez la informó de que yo no era périto educativa y que no tenía por qué explicar a nadie ningún método.

Y, por último, me preguntó porque, a pesar de saber que tenía una demanda puesta, había empezado a llevar a mi hija a la guardería. Expliqué a la señora M. que había llevado a Torbellina a la guardería porque tenía una resolución favorable de un organismo público.

La fiscal me preguntó el motivo por el qué era tan importante para mí la enseñanza en inglés. Le dije que tengo problemas para aprender idiomas y que eso me ha cerrado muchas puertas en el mundo laboral y que no quería que a mi hija le pasase lo mismo.

Y me preguntó por qué no quería una guardería en Barcelona, a lo que contesté que por mis horarios me era imposible llevarla o recogerla y que no me parecía buena idea que una niña de apenas 2 años se pasase cada día 1h de ida y 1h de vuelta en transporte público.



Entonces fue el turno de EX.

Empezó explicando que en mi guardería dejaban entrar comida sin vigilancia ninguna y que sufría por si entraban algún producto alérgico. La fiscal le preguntó: ¿Qué productos dejan entrar? Una fruta cada mañana y pasteles los días de los cumpleaños. La fiscal siguió: ¿Es que Torbellina sufre de alergias alimentarias? No, ninguna. Pero quizás algún día desarrolle una. La cara de fiscal fue todo un poema… y dijo: ¡Cualquier persona a lo largo de su vida podrá desarrollar miles de enfermedades y no por eso no salimos de casa Sr. EX!

También explicó que mi guardería llevaba más de 30 años abierta y que era vieja y anticuada. La fiscal preguntó: ¿Y la suya cuánto tiempo lleva abierta? Acaban de finalizar su construcción, es nueva. La fiscal prosiguió: ¿Y desde cuándo la experiencia de 30 años al frente de un centro educativo es un problema? EX sólo podía balbucear palabras sin sentido.

Y por último explicó que a él le parecía bien pagar un poco más para tener cubierto todo el día, pues a la guardería hay que llevar a los niños de 9 a 17h, ¡cómo toda la vida! y que prefería sacrificar la enseñanza en inglés para asegurar una plaza en una guardería pública de Barcelona que llevase a los niños a la piscina.

La fiscal sólo le hizo una pregunta más. ¿Sabe usted que ha perjudicado a su hija no llevándola a clase durante las semanas que se encuentra bajo su cuidado? ¡EX volvía a balbucear!


Al finalizar, la fiscal hizo su última intervención. A favor de otorgar la potestad de decisión a la madre.


¡Y así fue! En apenas 24h tenía el auto y la capacidad de decisión sobre la educación de Torbellina durante el curso 2015-2016.





Fue duro, pasé días sin dormir preparándome el juicio, ¡pero gané! Porque cuando una persona tiene argumentos válidos y la otra persona sólo juega a intentar machacar a la primera, la justicia hace su función y da la razón a quien debe. 

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